Llevar a una mujer a su casa, es un gesto de amabilidad. Llevarla hasta su cama y luego al cielo, es un trofeo indiscutible. Cruzar esas dos puertas (la de la casa y luego la de la recámara) depende en gran medida de saber decir las palabras correctas pero, en mayor medida, de otras mañas sucias y pestilentes que hoy aprenderás.